Justo cuando las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos están maltrechas por el enfrentamiento de sus gobiernos, el presidente del país sudamericano, Hugo Chávez, ha lanzado la fase antiimperialista de su revolución bolivariana.
Esta es una revolución que ha entrado en una fase antiimperialista, lo que nos obliga al pensamiento claro y a la acción no sólo en Venezuela sino en el mundo entero, proclamó Chávez ante decenas de miles de seguidores concentrados en Caracas el domingo.
La captura el 9 de este mes de más de 100 paramilitares colombianos desarmados cerca de Caracas, que se aprestaban presuntamente a asaltar el palacio de gobierno y una base militar, sirvió a Chávez para lanzar una nueva requisitoria contra sus adversarios en Bogotá y Washington.
La oligarquía venezolana y colombiana, lacayas ambas del imperialismo norteamericano, sembraron paramilitares en Caracas para tratar de matar al presidente de Venezuela, dijo Chávez a la multitud convocada para manifestar Contra el paramilitarismo y la intervención extranjera.
Una gran pancarta en inglés llevó la vanguardia de la manifestación chavista: Yankee go home, Bush go to hell (Fuera yanqui, Bush vete al infierno).
Chávez absolvió de responsabilidad a su par colombiano Alvaro Uribe, quien no tiene nada que ver con esta invasión, así como a gran parte de la oposición de su país.
Pero sostuvo una andanada contra el gobierno de George W. Bush, pues los conspiradores querían imponer un gobierno adoctrinado por el imperio norteamericano, en referencia a Estados Unidos.
El objetivo del complot sería asegurarse una de las reservas de petróleo más grandes del planeta, las de Venezuela, que son las séptimas del mundo. Pero si se agregan crudos superpesados y bitúmenes, es posible que esta riqueza se equipare a la mayor conocida, ubicada bajo el suelo de Arabia Saudita.
Venezuela es uno de los cuatro grandes abastecedores de Estados Unidos, junto con Canadá, México y Arabia Saudita. El petróleo es por estos días un dolor de cabeza para la administración de Bush, por los altos precios del crudo y sus derivados y por la inseguridad y el temor que rodea a los suministros desde el Golfo.
Esa región está convulsionada por la guerra y la ocupación militar de Iraq y por el cercano conflicto entre israelíes y palestinos.
En marzo, durante otro multitudinario mitin, Chávez amenazó con que ni una gota de petróleo llegaría a Estados Unidos desde su país si la potencia del norte intentaba invadirlo. Ahora acusa a Washington de auspiciar la ofensiva de los paramilitares.
Chávez también ha criticado a Estados Unidos por la guerra contra Iraq y la caída del ex presidente constitucional de Haití, Jean-Bertrand Aristide, el 29 de febrero, uniéndose a la Comunidad del Caribe, que negó reconocimiento al gobierno provisional haitiano y pidió una investigación independiente sobre el derrocamiento.
Para la nueva confrontación, Chávez escogió un momento en que Bush tiene un problema gravísimo en Medio Oriente y un problema energético por la dependencia de proveedores externos, calculando así que Estados Unidos no abrirá ahora un nuevo frente entre Colombia y Venezuela, dijo a IPS el politólogo Alberto Garrido.
El escenario de guerra se ha complicado para Washington. Las tropas estadounidenses no logran doblegar la resistencia armada iraquí, y una serie de fotografías han expuesto en las últimas semanas torturas y abusos de militares de Estados Unidos contra prisioneros de guerra en ese país del Golfo.
Oficialmente, Washington considera las acusaciones de Chávez ridículas e intentos de desviar la atención de la situación interna venezolana, en tanto Estados Unidos trabaja junto a otros gobiernos de la región y la Organización de Estados Americanos (OEA) por una salida pacífica, democrática, constitucional y electoral de la crisis.
Estados Unidos no es un imperio y no estamos amenazando a Venezuela, ni al gobierno ni al pueblo. Rechazamos cualquier intento de cambiar este gobierno por vías no constitucionales, reiteró el embajador estadounidense Charles Shapiro el lunes.
Shapiro negó de plano cualquier vínculo con el caso de los paramilitares colombianos, pues no hay país, después de Colombia, que haya hecho más contra los paramilitares que Estados Unidos. Son terroristas que se financian con el narcotráfico y contra sus jefes hay pedidos de extradición por tribunales de mi país, explicó.
Desde enero, Washington y Caracas suben el volumen a sus recriminaciones. El portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, ha dicho que las acusaciones de Chávez no son serias y el subsecretario para asuntos hemisféricos, Roger Noriega, lo acusa de obstaculizar el referendo sobre su mandato que reclama la oposición.
Washington, además, ha intercalado sus informes periódicos sobre los derechos humanos en Venezuela, con admoniciones del ex asesor de la Casa Blanca, Otto Reich, y del jefe del Comando Sur, James Hill, insistiendo en que Caracas no hace lo suficiente contra el terrorismo de la guerrilla colombiana izquierdista
A las críticas se sumó el aspirante presidencial estadounidense del opositor Partido Demócrata John Kerry -inicialmente elogiado por Chávez-, quien censuró a Bush por no haber sido más enérgico en presionar por la realización del referendo, con otros aliados del hemisferio.
Para ayudar a una salida electoral a la crisis política venezolana, un año atrás se formó un grupo de países amigos, que dirige Brasil e integran Chile, España, Estados Unidos, México y Portugal, en tanto misiones de la OEA y del estadounidense Centro Carter para la Paz acompañan en Caracas el proceso de consultas para el referendo.
Chávez escoge el tema de los paramilitares como un pretexto. Aprovecha este momento para abrir la nueva fase de una revolución que concibe para la 'Patria Grande' que soñó Simón Bolívar y comienza por identificar al enemigo principal en Colombia y Estados Unidos, comentó Garrido, autor de varios libros sobre el mandatario.
El líder venezolano apunta nada menos que contra el Plan Colombia, concebido contra el narcotráfico, pero que va contra la guerrilla al convertirse en el Plan Patriota (de Uribe), y contra el Comando Sur estadounidense, en un mensaje claro a sus seguidores no sólo de Venezuela sino de toda la región, destacó Garrido.
El presidente opinó que el general Hill sabía de la operación de los paramilitares en Caracas, y expresó dudas sobre el jefe del ejército colombiano, general Martín Carreño, quien negó con respaldo de Uribe cualquier intento de involucrarse en asuntos internos del país vecino.
Como primeras medidas de respuesta a la agresión paramilitar -conjurada sin disparar un tiro- Chávez convocó al Consejo de Defensa de la Nación, que integran las cúpulas civil y militar del Estado, que habría considerado una ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Colombia, aunque finalmente desechó la opción.
Luego, el mandatario ordenó el desalojo de la misión militar estadounidense que opera desde hace décadas en el fuerte Tiuna, principal instalación castrense de Caracas.
Desde el domingo, el gobierno dispuso multiplicar los batallones de reservistas a fin de que cada ciudadano se convierta en un soldado listo para la defensa territorial, dijo Chávez.
El objetivo inmediato agregaría a las Fuerzas Armadas regulares, que tienen menos de 100.000 efectivos, una milicia de 50.000 o más personas. (